Llueve.
El cielo plomizo deja caer unas gotas tristes y sombrías, la lluvia repiquetea sobre el cristal de la ventana, en esta tarde vacía y gris. El viento crudo y húmedo se va llevando los resquicios de unas ilusiones que se pierden lentamente entre las esquinas de la ciudad.
No hizo falta que te dijera nada, por tus gestos pude ver que la linea de nuestros sentimientos no era la misma. Tal vez yo me desvié del camino. Quizá con la presurosa intención de dejar mi corazón al descubierto haya olvidado abrir las contraventanas. No sé si te diste cuenta del curso de mis pensamientos... sobraron las palabras. La niebla que había entre tú y yo me impedía ver cuales eran los sonidos de tu corazón, aunque los susurros del amanecer me dicen que me aleje ¿quieres que me aleje?
Las esperanzas que tenía de algún día alcanzarte se disipan de mi alma.
Anochece.
La luna se refleja sobre las calles mojadas. No siento el frío de la noche solitaria, solamente un gran vacío en mi interior, mientras la soledad, fría y distante, se va adueñando de todo mi cuerpo. La lluvia arrastra mis quebrados sueños; navegan entre el viento, los conduce a un viaje entre la luna y las estrellas pero, ya no regresarán otra vez a mi mente, para perderme entre tu pelo, para besar tus mejillas... tus labios, para acariciar tus manos, para susurrarte esas dulces palabras que mi corazón moldeaba para ti... ¿recuerdas aquéllos sueños?... vagaban alrededor nuestro, como ese aura que te envuelve.
Pero no temas, mis sueños no te harán ningún daño, porque no te pido nada.
Por lo demás, sé que la linea de nuestros sentimientos está dividida por un muro prácticamente infranqueable; nadie tiene la culpa, pues aunque tú te muestras tan distante ante mi, yo me limito a seguir tus pasos a través del cristal de la ventana, mostrando una indiferencia inexistente., para evitar que la llama de una ilusión creciente ciegue el brillo de mi mirada y que la distancia entre el tiempo que hay entre los dos se haga palpable, y vuelva a romper una vez más mi corazón.
Emprenderé un camino distinto que el que me lleva ahora a tu dulce presencia, y mis sueños no vagarán entre el silencio de la noche para susurrarte al oído lo que siento por ti. Pero ¿sabes? quizá, de vez en cuando, mis sueños echen una ojeada detrás del cristal de la ventana para intentar averiguar adónde se dirigen los sonidos de tu corazón.